Ninguno de los dos equipos parecía reclamar un protagonismo claro. Mourinho sólo reservó a uno de sus apercibidos (Di María), pero el Madrid no activó su carta de ‘vendaval’ en los diez primeros minutos. Los ‘Spurs’ no jugaron demasiado convencidos de remontar y esperaron a la contra. Pero el Madrid tampoco apostó por un claro dominio del balón y les buscó las cosquillas con varios contraataques. Jugando con sólo un porcentaje de su calidad y con una sola combinación buena en los primeros minutos, la defensa local sufrió y Ozil se encontró sólo ante Gomes sin atinar en la definición.
El balón duró poco en el centro del campo durante todo el partido, el protagonismo de Alonso y Modric ordenando a sus respectivos equipos, no se dio en el encuentro de esta noche. Al Madrid no le hizo excesiva falta, aunque adormecer el partido nunca va del todo mal. Mientras que el Tottenham necesitaba del ‘duende’ del croata, ya que sólo contó con las cabalgadas de un intermitente Bale.
La mayor parte del peligro de los locales en la primera parte, se encontró en pedir penalty en varias ocasiones, de las cuales sólo uno lo fue. Alonso derribó claramente a Modric en una ocasión difícil de ver en directo. El Madrid vivió de acciones individuales que no se concretaron peligro aparente. A Sergio Ramos le perdonaron la amarilla (en una acción inmadura a la altura de la de Assou-Ekotto) que si le mostraron, justamente, a Carvalho. El portugués se perderá la ida de ‘semis’.
En la segunda parte el partido acabó de morir gracias a la alianza entre CR7 y Gomes. Un tiro desde fuera del área, fácilmente blocable, terminó en gol después de resbalarse de las manos del brasileño, en otra acción cómica de un portero Premier. Realmente, no se que les darán de comer a los porteros en el Reino Unido.
Así pues, a partir del minuto 50 de partido el mismo se antojó prescindible. Mourinho fue listo y apartó a sus otros jugadores apercibidos. Entraron Granero y Kaká por Ramos y Cristiano.
El Tottenham intentó empatar el partido con alguna acción individual de Van der Vaart y gracias a la mini inyección aportada, desde el banquillo, por Defoe. Pero fue en vano. Con las substituciones y el cansancio el partido se diluyó y terminó como se esperaba.
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