Después del partido ante el Valencia dónde el Madrid jugó de perlas (sin lograr abrir el marcador), el encuentro ante el atlético de Simeone era posiblemente uno de los más importantes de este año. Cristiano volvió a dar fe al madridismo con dos zambombazos y otro gol más para su cuenta particular en su lucha contra Messi para la Bota de oro. El partido en muchos momentos se puso cuesta arriba sobretodo con el gol de Falcao que daba el empate a uno. Una vez finiquitado el partido en el calderón, al Madrid le quedaba posiblemente la cita más "light" hasta el final de temporada. El Sporting de gijón venía al Bernabéu con pie y medio en segunda. Pero al estar en la mejor liga del mundo no te puedes fiar ahora mismo ni del Zaragoza con nueve.
El Sporting se puso por delante en el
Bernabéu y estuvo muy cerca de provocar un incendio que hubiera
convertido en una broma lo del Valencia. Pero el portugués parece
decidido a conquistar esta Liga. O, al menos, a tirar de su equipo hasta
donde le alcancen las fuerzas. Por ese lado, el Madrid puede estar
tranquilo. Por otros, se aprecian señales inquietantes.
Mourinho consideró el partido una prueba sencilla. Lo evidenció la
titularidad de Sahin, al que volvió a dar una oportunidad de sumar
kilómetros. El turco resumió la actuación del Madrid en el primer
tiempo: tímida, intrascendente, fría. Ni él ni Özil (con Khedira no se
cuenta para semejantes lujos) generaron juego ante un rival que rodeó de
hormigón armado la puerta de Juan Pablo. No hubo amplitud, no hubo
bandas, no hubo toque suficiente para ablandar las líneas de un rival
que fue creciendo en torno al despliegue de Lora y al talento de Trejo.
El argentino estuvo a punto de aprovechar el enésimo error de
Arbeloa, un futbolista no hace mucho tan seguro como un banco suizo y en
las últimas semanas un manojo de nervios. Como Pepe, aunque esto, por
desgracia, ha dejado de ser noticia. Al caos se sumó algún jugador más
después del gol
de De las Cuevas, tras un claro penalti por manos de Ramos ante Trejo.
El central, sin embargo, se desquitó con el pase a Higuaín para el 1-1 y
con otro buen balón a Callejón que pudo significar el 2-1 al filo del
descanso. Él solo generó más fútbol que toda el cuerpo creativo de su
equipo.
Al descanso, Mou se vio obligado a rectificar. Fuera Sahin y Callejón
y dentro Benzema y Di María. Es decir, tratamiento de partido grande,
porque grande era el riesgo de un nuevo tropiezo. Los cambios tuvieron,
ante todo, el efecto de activar a Özil, que estuvo más lánguido que
nunca en el primer tiempo. En el segundo, mejor rodeado, pudo empezar a
tejer algo de fútbol. No demasiado, porque el Sporting nunca pasó
demasiados apuros y hasta amagó con algún nuevo susto ante la
nerviosísima defensa blanca.
El partido apuntaba a tragedia hasta que Cristiano, casi siempre
varado en la tupida red de defensores sportinguistas, cabeceó a la red
un centro de Di María. El portugués respondió al cariño de la grada
tocándose el escudo. Justo lo que él representa en estos momentos para
las ilusiones del madridismo, que siguen intactas tras un partido que
cerró Benzema. Su gol, a pase de Özil, igualó los 107 del Madrid de la Quinta. Pudieron llegar más, pero el reto del récord queda para el Camp Nou. No es el único ni el mayor que aguarda al Madrid en la próxima semana, la más importante del curso.
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